Si ustedes me aman obedecerán mis mandamientos y yo le pediré al Padre que les mande otro defensor, el Espíritu de la verdad para que este siempre con ustedes, no los voy a dejar huerfanos, volveré para estar con ustedes. El defensor, el Espíritu santo que el Padre va a enviar en mi nombre, les enseñara todas las cosas y les recordara todo lo que yo les he dicho, les dejo la paz, les doy mi paz, no se las doy como la dan los que son del mundo, no se angustien, no tengan miedo... Jesús.
Cuando Jesús murió crucificado, aun sabiendo los apóstoles que Jesús dijo que resucitaría, sintieron temor y ese miedo les bloqueo todas las enseñanza que habían recibido del Maestro. Se refugiaron en si mismos, perdieron su confianza al no tener a su líder mas con ellos. La enseñanza de la buena nueva parecía haber terminado ahí, con ese miedo. Pero el Maestro cumple su promesa y resucita, regresa una vez mas, apareciéndose ante esos apóstoles temerosos y hasta cierto punto incrédulos. Jesús resucita y no solo les da ese gozo de volver a ver a tan amada persona. Viendo Jesús la necesidad de esos apóstoles, de sentir esa confianza de no volverse a quedar sin su maestro, Jesús les promete no dejarlos solos, les promete enviar al Espíritu.
Me imagino a esos apóstoles, ya después de la ascensión de Jesús. me los imagino esperando esa ayuda. Pero bendita ayuda, el Espíritu Santo llega a ellos tal como lo dijo, se posa en cada uno de ellos, infundiéndoles confianza, valor, amor y muchos mas dones.
Así es como los apóstoles empezaron su labor de esparcir la buena nueva. Todo lo visto, escuchado y aprendido del maestro, se empieza a divulgar en cada uno de los pueblos. Los apóstoles iba revestidos, iban llenos de fe. Su trabajo empezaba y hasta la fecha, se sigue llevando ese evangelio a cada nación sedienta del amor de Dios.
El Espíritu Santo fue ese motor, ese impulso, esa fuerza para llenar la faz de la tierra. Así que para nosotros los cristianos, el Pentecostés es una fiesta, es una continuidad de la pascua, es donde como cristianos somos revestidos con esos dones.
Cuantos de nosotros recibimos en un encuentro las enseñanza de la palabra de nuestro Salvador y salimos de ese encuentro y empiezan las tormentas juntos con nuestros miedos. ¿Que nos hace falta?..... exacto... el Espíritu Santo. Hay que esperar y dejar que se derrame en todo nuestro ser... Pero hay que pedirle, hay que invocarle, hay que aceptarle.
Dime ahora que has aceptado a Cristo, ¿que harás?, ¿vivirás temeroso o te animaras a tener tu Pentecostés?
Shido la reflexion... saludos.
ResponderEliminarCesar y Cris